lunes, 15 de abril de 2013

La hache en fuga

Estos días hemos trabajado en clase la ortografía de la letra H (hache). Al comenzar el tema,  leímos un fragmento del cuento de Gianni Rodari La Hache en fuga, que puedes leer a continuación.


La Hache en fuga
Era una pobre Hache de poca monta: no valía ni un comino ni un pito (llámale hache), y lo sabía. Por ello no montaba en cólera, se quedaba en su puesto y soportaba con paciencia las burlas de sus compañeras. Éstas le decían:
-¿Qué pretendes? ¿Tú, una letra del abecedario? ¿Con esa pinta?
-¿Te enteras o no te enteras de que nadie te pronuncia?
Claro que se enteraba. Pero sabía además que en exterior hay países y lenguas en las que la Hache tiene su importancia.
<<Quiero ir a Alemania –pensaba la hache cuando estaba más triste que de costumbre-. Me han dicho que allí las Haches son importantísimas>>.
Un día hicieron que se enfadara de verdad. Así que ella, sin decir ni pío, hizo un hato con sus pocas ropas y emprendió viaje en auto- stop.
¡Cielos! Lo que sucedió de un momento al otro, a causa de aquella fuga, no se puede siquiera describir.
Los hórreos, al quedarse sin Hache, se derrumbaron como bajo un bombardeo. Los hospitales, de golpe, más ligero, volaron por los aires diseminando enfermos, sábanas, médicos, ascensores y comprimidos por todas partes.
En compensación, las hamacas se convirtieron en alfombras mágicas: quitarles la Hache fue ponerles alas.
Las heridas ya no se volvieron a abrir, pero produjeron atascos en la circulación de la sangre.
El hielo de todas las neveras comenzó a derretirse y hubo una inundación multicolor de helados en las calles.
Para qué hablar de las bebidas alcohólicas, qué sabor tan desagradable. Además era imposible beberlas, porque el hígado, también sin Hache, amenazaba volverse una pasta pegajosa.
Mi tío estaba arreglando la hebilla de su cinturón, con la caja de herramientas al lado, cuando desaparecieron las Haches. La hebilla se puso blanda como si fuese mantequilla. (…)
Comenzó una gran búsqueda del hombre, es decir, perdonad, de la Hache.
Los puestos de frontera recibieron la orden de redoblar la vigilancia. La Hache fue descubierta en las cercanías de Cerbère, mientras intentaba entrar clandestinamente en Francia, porque no tenía pasaporte. Pero debieron suplicarle de rodillas.
-¡Quédese con nosotros, no nos haga eso! (…) Mire, aquí hay una petición de los habitantes de Hendaya, que le ofrecen un chalé en el mar. Y ésta es una carta del jefe de estación de Huelva, que sin usted se convertiría en el jefe de estación de Uelva: sería ultrajante. Vuelva, por favor.
La Hache era de buen corazón, ya os lo he dicho. Se quedó, con gran alivio para los helechos, los helicópteros y el propio hombre. Pero hay que tratarla con respeto, de otro modo nos dejará plantados otra vez.
Y para mí, que me gusta leer, sería gravísimo. ¿Qué haría frente a un libro o un periódico con ojas? Y los árboles, ¿de qué color serían?
Gianni Rodari: El libro de los errores

No hay comentarios:

Publicar un comentario